martes, 25 de abril de 2017

Educación, capitalismo y los usos del clip


La educación es un derecho humano básico, el cual, necesita unos recursos y requiere de unos costes, por lo que deducimos que economía y educación son dos términos estrechamente relacionados.

Según Sánchez de Horcajo, J.J. (1991), la educación cumple una función económica en nuestra sociedad. Ésta es la encargada de formar a nuevas generaciones para tener futuros profesionales para trabajar y la oferta educativa trata de ajustarse a las necesidades del país. En definitiva, la educación, controlada por el sistema, forma a futuros profesionales. Ahora bien, ¿Qué modelo económico es el que ajusta y controla la educación en nuestro país?

El modelo económico actual en España es un modelo fundamentalmente capitalista.

¿Qué es el capitalismo?

Según la RAE, se entiendo por capitalismos al régimen económico fundado en el predominio del capital como elemento de producción y creador de riqueza. Resaltamos aquí, que el sistema capitalista se instala en Europa tras la caída del sistema feudal y tras la Revolución Industrial, época en la que conjuntamente se empieza a dar una gran importancia a la educación gracias a los pensadores ilustrados de ese tiempo. Unimos todos estos aspectos y la pregunta que nos sale es ¿Cómo de capitalista es nuestra educación?


Veamos el video...




jueves, 20 de abril de 2017

INDUSTRIALIZACIÓN LABORAL DE LA MUJER


LAS MUJERES Y EL TRABAJO HACIA FINALES DEL S.XIX Y PRINCIPIOS DEL XX

Introducción
Durante el siglo XIX, la concepción existente en torno a la mujer y el trabajo se fue modificando y adquiriendo una percepción negativa en países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Según Joan Scott, el problema gira en torno a la capacidad o incapacidad de estas mujeres de desarrollar sus obligaciones domesticas y cumplir a la vez con un horario laboral. A su vez, destaca la importancia que adquiere el concepto de división sexual del trabajo en la concepción sobre el tema.
Al comparar este mismo periodo con el de la Argentina, nos encontramos con un aumento de mujeres trabajando; no solo en fabricas, sino en trabajos de "cuello blanco"1, como maestras o enfermeras. Pero en este caso, la incorporación de mano de obra femenina es más bien vista a través de su análisis, como forma de adquirir cierto prestigio y de mejorar su situación social, pero no por ello menos problematizada.
La diferencia, al parecer, reside en aquellos precedentes en el desarrollo histórico europeo que dificultan la incorporación de la mujer a nuevos espacios; la concepción que se tiene de la mujer, la situación económica de algunos países, el trabajo domiciliario previo al proceso de industrialización. Estos elementos permiten observar diferencias con respecto a los países europeos y la Argentina en cuanto a la incorporación de manos de obra femenina al ámbito laboral.
Nos proponemos partir del análisis de Joan Scott sobre el trabajo femenino en Francia e Inglaterra, y contrastarlo luego con el proceso de incorporación de mujeres al sistema educativo argentino, para poder comparar las concepciones existentes, las condiciones, los elementos políticos y sociales que caracterizan cada proceso.
 
Desarrollo
Para la autora Joan Scott, el hecho de que la mujer como trabajadora alcanzara gran protagonismo durante el siglo XIX en algunos países de Europa como Inglaterra y Francia y en Estados Unidos, no implica que este sea el origen de su existencia, ya que este puede rastrearse en otros momentos históricos, con características y concepciones diferentes.
La causa de este protagonismo se relaciona a las problemáticas relacionadas en torno a la visibilidad de la mujer en un rol laboral a partir de la Revolución Industrial, que llevo a cuestionamientos en torno a si la mujer debía trabajar, como afectaría el mismo a su moral e integridad física, y que trabajos debían realizar.
El principal argumento en contra del trabajo femenino giraba en torno a la creencia de que este no permitiría que cumpliesen con sus deberes en el hogar ni con la familia. Esto se relaciona a la creencia de que en un momento preindustrial, las mujeres podían hacerse cargo de las tareas domesticas y del trabajo domiciliario. Con el trabajo fabril, y la distancia entre hogar y trabajo, continuar cumpliendo con su rol domestico sería imposible teniendo familia, por lo que se sostenía que las mujeres solo debían trabajar por un corto periodo de su vida, momento en el que viviesen con su familia paterna. Al casarse, debían renunciar al trabajo y ocuparse de los roles asignados para ellas.
Ya que el trabajo asalariado y los deberes domésticos ocupaban una gran cantidad de tiempo, y por que se encontraban distanciados espacialmente, era entendido como imposible la articulación de ambos.
A raíz de todos estos elementos, se postulo que las diferencias en cuanto a posibilidades laborales entre hombres y mujeres se debían solo al sexo y las responsabilidades asociadas a cada uno, siendo la del hombre la de reproducir el sistema y proveer sustento a su familia, mientras que las mujeres deben encargarse de la reproducción biológica y de las cuestiones del hogar.
Mas allá de estas consideraciones, se siguieron empleando mujeres por ser mano de obra barata, para realizar operaciones delicadas, principalmente realizando tareas en el rubro textil, donde en las fabricas y sindicatos se enfrentaron a la oposición del hombre por la competencia y en el rubro de los servicios.
Pero a pesar de que el proceso de industrialización que siguió a la Revolución Industrial se presenta como el momento en que las mujeres dejan sus hogares para trabajar, existen ciertos elementos de continuidad entre este periodo y el anterior del mundo preindustrial.
En este momento preindustrial, las mujeres ya trabajaban fuera de sus hogares, vendiendo bienes en el mercado, trabajando de niñeras o lavanderas, y muchas veces como empleadas domesticas. Estas mujeres trabajadoras eran tanto solteras como casadas, trabajaban en domicilios pero no en el propio, o se reunían en pequeños talleres donde hilaban, tarea que podían realizar también en su hogar, por lo que las tareas que realizaban eran muy diversas y dependían de la situación en el hogar.
Podemos concluir, entonces, que el cambio en la concepción con respecto al trabajo femenino, no está relacionado con la distancia entre el hogar y el lugar de trabajo, sino mas bien con las características de estos nuevos espacios en las fabricas, que se creían nocivos para las mujeres tanto por las condiciones, los horarios, por trabajar junto a hombres o exponerse a situaciones que hagan peligrar su moral.
De todas maneras, el trabajo industrial no era lo más común, las mujeres continuaron desempeñándose en tareas "tradicionales" como la manufactura a pequeña escala, el comercio y los servicios. El trabajo de aguja sigue siendo hacia fines del siglo XIX igual de importante que en el siglo anterior, por el aumento de producción de vestimenta. Esto no evito que las pagas sean bajísimas, tanto en este como en cualquier otro rubro, lo que es más notorio si se lo compara con los salarios de los hombres en actividades similares.
Hacia la última década del siglo XIX, se aprueba la legislación protectora de la mujer, y se otorgan exenciones fiscales a la producción domiciliaria, lo que hizo proliferar el trabajo en talleres manufactureros, mal pago y en pésimas condiciones. Por lo tanto, en el rubro de la vestimenta el trabajo femenino presenta más continuidades que rupturas.
Por otro lado, comienza a aumentar las posibilidades laborales en empleos de "cuello blanco", en los sectores de comercio y servicios; en oficinas, como dactilógrafas, como archiveras, en el correo, como telefonistas, vendedoras, enfermeras y maestras.
En este contexto, la situación de la mujer como trabajadora, la división del trabajo basada en el sexo, y la representación de las mismas en sindicatos confluyen con la problematización de la situación de la mujer trabajadora en sí. Economistas políticos comienzan en este momento a teorizar sobre las diferencias salariales entre hombres y mujeres basado en que el hombre es sostén de la familia, y la mujer solo aporta una pequeña ayuda extra.
Estas "leyes" de la economía política tenían un carácter circular, ya que se explicaban los bajos salarios por la menor productividad de la mujer; y a la vez como producían menos, sus salarios debían ser inferiores. Estas concepciones no implicaban que las mujeres no saliesen a trabajar, pero si legitimaban las practicas dominantes basadas en leyes de mercado y de la biología, y justificaba la división sexual funcional del trabajo.
Las practicas selectivas de los empleadores ayudaron por su parte a la creación de un categoría de trabajo femenino, tomando mujeres para trabajos delicados y que requirieran paciencia; y a hombres cuando se requiriendo fuerza, vigor y habilidad. Esta diferenciación agrega aun más elementos a esta creencia de una división sexual del trabajo.
Muchas veces, cuando en algún rubro de la producción se querían reducir los costos, se empleaba la mano de obra barata de las mujeres, lo que generaba cruces y choques con los trabajadores masculinos que las veían como una amenaza.
Por otro lado, los trabajos que se les ofrecían a las mujeres de maestras, niñeras, dactilógrafas entre otros, respondían a la creencia de que extrapolaban sus "capacidades innatas" o actividades propias de mujeres, como el cuidado de niños, tocar el piano, coser, etc. a las actividades económicas.
Con respecto a los sindicatos, la autora señala que conjuntamente con las actividades políticas, presentan otro ejemplo de la división sexual del trabajo. Los hombres trabajadores veían en las mujeres una competencia, y aceptaban que estas percibieran un salario inferior por su trabajo. De esta manera no les ofrecían protección para velar por los intereses propios, hecho que tampoco detuvo a las mujeres a la hora de salir a trabajar. Justificaban su rechazo de los sindicatos alegando que su condición de mujeres las hacia malas trabajadoras y malas sindicalistas, y frenarían a los hombres en su lucha contra el capitalismo.
La industria textil, con un gran número de mujeres trabajadoras, tuvo sindicatos que aceptaban a las mujeres (en un papel subordinado) e inclusive algunos formados por ellas.
Desde el Estado el discurso no se modificaba demasiado, manteniendo la división sexual del trabajo como postura y justificación de las desigualdades laborales. Como veía a las mujeres incapaces de organizarse por sí mismas, los legisladores sostenían que necesitaban de una fuerza que interviniese en su nombre. Las legislaciones propuestas no hacen más que profundizar la mala situación.
Estos debates durante esta época ponen en discusión a la mujer trabajadora como un problema, lo que genero gran cantidad de documentación sobre las razones de estas mujeres para salir a trabajar; mantenerse a sí mismas o a sus familias, por una tradición de oficios familiar, o por las nuevas oportunidades disponibles. Con el tiempo, y a raíz de los reclamos, se introduce la idea de que la mujer puede simplemente, tener ganas de trabajar.
El debate giraba entonces en cuanto al trabajo femenino en sí, y no en torno a las malas condiciones laborales de las mujeres; con el fin de eliminarlas del mercado laboral.
En la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX, la mujer comenzaba a ocupar también nuevos espacios laborales, y uno de los más importantes fue el de la educación como maestras de nivel inicial, formadas en una tradición normalista, positivista y liberal, con métodos de enseñanza enciclopedista. Estas mujeres adquirían una posición social de distinción al ocupar puestos en la enseñanza.
Esta tendencia se enmarca en un contexto en el cual se conformaba el Estado moderno argentino, el cual debía lidiar con la heterogeneidad de su población producto de las grandes cantidades de inmigrantes. La educación fue uno de los elementos mediante los cuales se promovió la construcción de ciudadanía, por lo que se hizo necesario contar con un gran número de maestras para poder llevar a cabo tal tarea.
A partir del análisis de lo expuesto por Silvia C. Yannoulas2, encontramos paralelos con lo antes expuesto, en cuanto a que el capitalismo impone una diferenciación sexual en el ámbito laboral, una división sexual del trabajo que sirve para indicar las tareas diferentes para hombres y mujeres.
Para la autora, la participación laboral de la mujer fue permitida pero no promovida, en un intento de proteger la familia, solo se les permite o tolera desempeñarse como maestras debido a su carácter maternal.
Señala que se establecían ciclos, donde durante las crisis se promovía el trabajo femenino, y cuando estas culminaba, o se debían a la abundancia de mano de obra, la tendencia era la opuesta.
La preocupación por la educación elemental era un tema central, por lo que surge la necesidad de crear un cuerpo docente acorde dividido en dos niveles, el primario, obligatorio, laico y gratuito a cargo de maestras, y un nivel medio reservado para los futuros hombres políticos a cargo de profesores.
Desde el análisis propuesto por Graciela Morgade3, el interés se centra un poco más en las condiciones que hicieron de las mujeres las indicadas para el trabajo de maestras. Esta concepción se debía a su carácter maternal, por su naturaleza moralizadora, por ser mano de obra barata y por sus presiones de ingresar al mundo público. Que trabajasen como maestras estaba permitido por qué no atentaba contra su moralidad.
Para las mujeres, el acceso a la docencia era visto como un medio de asenso social, y muchas mujeres hijas de trabajadores tomaron este camino para modificar su situación.
Pero no todos los grupos estaban de acuerdo, y muchos dudaban de la capacidad intelectual y entereza moral de estas mujeres, que salían del refugio del hogar y se libraban a las influencias negativas.
En su análisis, la autora también afirma que estas mujeres no eran en su totalidad sumisas, sino que hubo algunas que quisieron imponer mejoras a la educación oficial, principalmente aquellas maestras socialistas.
Conclusión
A lo largo de este análisis, podemos apreciar que la situación de la mujer en este momento con respecto a su participación laboral fue ampliamente problematizada. Esto se debe, en mi opinión, al avance ineludible del capitalismo que hizo que la mujer sea vista como una competencia, algo que antes no sucedía ya que la economía era de subsistencia, donde hombres y mujeres se encontraban en igualdad de condición.
En este nuevo contexto, los trabajadores deben competir por un salario contra otros trabajadores, lo que genera posturas, como la presentada por Joan Scott de la división sexual del trabajo.
Si bien Europa occidental contaba con una tradición de trabajo rural domiciliario, principalmente con mano de obra femenina, esto no evito que al cambiar el modelo, la mujer y su participación sean difícilmente aceptadas y muy problematizadas.
En el caso de la Argentina, principalmente en cuanto a la educación, la competencia no eran tanta por que los hombres no aspiraban a estos puestos y la competencia no era el factor problemático; sino que este giraba en torno a la preservación de la moralidad y de la familia, de que la mujer cumpliese el rol domestico que para ella estaba destinado.
Personalmente, creo que mas allá de las diversas trabas con las que debieron enfrentarse las mujeres para lograr abrirse paso en nuevos espacios de participación laboral, social y política; no fueron obstáculo suficiente. Estas mujeres, sea por necesidad o por voluntad, no se detuvieron por estas trabas, y de esta manera lograron conquistar estos nuevos espacios.

 Silvina Noemí López

Infant schools

La primera infant school surgiría en 1816 gracias a la creación por Robert Owen (1771-1858) en New Lanark (Escocia) de unas escuelas anexas a las fábricas de su propiedad para los hijos de los trabajadores, al frente de las cuales, como maestro, estaría James Buchanan (1784-1857). Posteriormente este tipo de escuela se extendieron por diversos países (en 1826 en Francia, en 1827 en Bélgica y Suiza, en 1828 en Italia, Hungría, Dinamarca, en 1830 en Alemania y Holanda, en 1831 en Noruega, en 1832 en Checoslovaquia, en 1834 en Portugal, en 1836 en Suecia y en 1838 en España, entre otros países) siguiendo en buena parte el modelo inglés, en especial en lo relativo a los destinatarios (la clase trabajadora) y al apoyo prestado por particulares y asociaciones filantrópicas especialmente creadas en cada país con este fin y, en un momento posterior, por los poderes públicos.
                                                                                                                              

Augusto Guillermo Federico Froebel



Augusto Guillermo Federico Froebel nació (Oberweissbach, Turingia, 21 de abril de 1782 - Marienthal, 21 de junio de 1852 en Alemania, celebre filósofo humanista y pedagogo, pionero de la educación preescolar y percusor de la enseñanza activa.

Friedrich Froebel fue un  pedagogo alemán de la primera mitad del siglo XIX, que promovió la creación de  las kindergarten o jardines de infancia, como espacios en los que los niños se desarrollan  mediante el juego, con un tipo especial de juguetes llamados «dones», precursores de los actuales juegos didácticos.


CONCEPCIÓN DE LA INFANCIA A LO LARGO DE LA HISTORIA

En las épocas históricas del desarrollo podemos ver que en la edad media la consideración que se tenía de los niños es que eran sujetos iguales a los adultos, no había distinción entre ellos solo que eran más frágiles y menos inteligentes ya que a partir de los 7 años los niños desempeñaban trabajos y actitudes como los adultos. 

En el siglo XVII-XVIII con la aparición de la ilustración y el protestantismo empiezan a cambiar la consideración que se tiene de la infancia, se empieza a pensar que los niños son individuos diferentes de los adultos y en ese periodo de tiempo Rousseau es el primer autor que introduce el concepto de dar sustantividad a la infancia, que la infancia tiene unas características propias diferenciables del periodo adulto, por lo que piensa que el niño debe recibir una atención y cuidados distintos al de los adultos. En este periodo va desapareciendo la mentalidad social de aquel tiempo de lo que es una concepción fatalista sobre el desarrollo, (sobre la existencia de las personas) los individuos empiezan a ser conscientes de que su futuro no está determinado antes del nacimiento sino que ellos en cierto modo pueden ser responsables y dueños de su futuro en función de las cosas que hagan para cambiarlo, por tanto ahí aparece ya un elemento importante en el tratamiento de la infancia que es la presencia o la aparición de la educación, cuanto mejor sea la educación que reciba el sujeto mejor preparado van a estar para desempeñar distintas funciones en el futuro.


 A finales del siglo XIX aparece a nivel social la liberación de los niños de la realización de trabajos pesados (Ej: explotaciones mineras), ya se empieza a considerar que los niños no tienen porque realizar ese tipo de trabajos. La enseñanza ya es obligatoria en esta época, lo que permite que los niños estén apartados de las labores profesionales y puedan recibir una educación obligatoria. Con la llegada de la pubertad se puede considerar que termina el periodo de la infancia, por lo que el sujeto ingresa en el mundo adulto asumiendo todas las responsabilidades que conlleva.

 Por último, en el siglo XX se afianza el reconocimiento que se tiene de la infancia como un periodo especial en el desarrollo. Se reconoce que la adolescencia corresponde a otro periodo específico del desarrollo del individuo. Se extiende el periodo de enseñanza obligatoria hasta edades más avanzadas. También hay una disminución de la mortandad infantil y hay una prolongación de la vida humana y una progresiva preparación laboral cada vez más especializada lo que conlleva una tardanza en la incorporación del individuo adolescente al mundo adulto.

ROUSSEAU Y "EMILIO",

La educación infantil y la figura del niño, no son concebidas de la misma manera a lo largo de la historia. Para comprender su evolución, tenemos que comprender también como evoluciono con la historia. Nos situamos entonces alrededor del siglo XVIII, siglo de muchos cambios, donde su fenómeno más simbólico fue la revolución francesa. 

Es en este tiempo, donde surgen una corriente de pensadores que rompen con el modelo tradicional de la época. El movimiento ilustrado o la Ilustración, creían en el progreso y en la capacidad de los individuos de desarrollarse a través de la razón y el conocimiento, enfatizando así la importancia de una sociedad educada y dejando atrás el modelo estático tradicional. Entre los autores más significativos de la Ilustración, nos centramos en la figura de Rousseau.

Para Rousseau, el hombre es bueno por naturaleza, pero éste vive en una sociedad corrupta, pero, través de la educación, los individuos pueden conservar su bondad natural.

En el ámbito pedagógico destacamos su obra “Emilio”. Esta obra recoge reflexiones generales sobre la educación y los primeros años de vida de los niños. Se divide en cinco libros, los tres primeros dedicados a la infancia de Emilio, el cuarto dedicado a su madurez, y un quinto dedicado a su madurez y a Sofía, su mujer ideal.