LAS
MUJERES Y EL TRABAJO HACIA FINALES DEL S.XIX Y PRINCIPIOS DEL XX
Introducción
Durante el siglo XIX, la concepción existente en
torno a la mujer y el trabajo se fue modificando y adquiriendo una percepción
negativa en países como Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Según Joan Scott,
el problema gira en torno a la capacidad o incapacidad de estas mujeres de
desarrollar sus obligaciones domesticas y cumplir a la vez con un horario
laboral. A su vez, destaca la importancia que adquiere el concepto de división
sexual del trabajo en la concepción sobre el tema.
Al comparar este mismo periodo con el de la
Argentina, nos encontramos con un aumento de mujeres trabajando; no solo en
fabricas, sino en trabajos de "cuello blanco"
1,
como maestras o enfermeras. Pero en este caso, la incorporación de mano de obra
femenina es más bien vista a través de su análisis, como forma de adquirir cierto
prestigio y de mejorar su situación social, pero no por ello menos
problematizada.
La diferencia, al parecer, reside en aquellos
precedentes en el desarrollo histórico europeo que dificultan la incorporación
de la mujer a nuevos espacios; la concepción que se tiene de la mujer, la
situación económica de algunos países, el trabajo domiciliario previo al
proceso de industrialización. Estos elementos permiten observar diferencias con
respecto a los países europeos y la Argentina en cuanto a la incorporación de
manos de obra femenina al ámbito laboral.
Nos proponemos partir del análisis de Joan Scott
sobre el trabajo femenino en Francia e Inglaterra, y contrastarlo luego con el
proceso de incorporación de mujeres al sistema educativo argentino, para poder
comparar las concepciones existentes, las condiciones, los elementos políticos
y sociales que caracterizan cada proceso.
Desarrollo
Para la autora Joan Scott, el hecho de que la
mujer como trabajadora alcanzara gran protagonismo durante el siglo XIX en
algunos países de Europa como Inglaterra y Francia y en Estados Unidos, no
implica que este sea el origen de su existencia, ya que este puede rastrearse
en otros momentos históricos, con características y concepciones diferentes.
La causa de este protagonismo se relaciona a las
problemáticas relacionadas en torno a la visibilidad de la mujer en un rol
laboral a partir de la Revolución Industrial, que llevo a cuestionamientos en
torno a si la mujer debía trabajar, como afectaría el mismo a su moral e integridad
física, y que trabajos debían realizar.
El principal argumento en contra del trabajo
femenino giraba en torno a la creencia de que este no permitiría que cumpliesen
con sus deberes en el hogar ni con la familia. Esto se relaciona a la creencia
de que en un momento preindustrial, las mujeres podían hacerse cargo de las
tareas domesticas y del trabajo domiciliario. Con el trabajo fabril, y la
distancia entre hogar y trabajo, continuar cumpliendo con su rol domestico
sería imposible teniendo familia, por lo que se sostenía que las mujeres solo
debían trabajar por un corto periodo de su vida, momento en el que viviesen con
su familia paterna. Al casarse, debían renunciar al trabajo y ocuparse de los
roles asignados para ellas.
Ya que el trabajo asalariado y los deberes
domésticos ocupaban una gran cantidad de tiempo, y por que se encontraban
distanciados espacialmente, era entendido como imposible la articulación de
ambos.
A raíz de todos estos elementos, se postulo que
las diferencias en cuanto a posibilidades laborales entre hombres y mujeres se
debían solo al sexo y las responsabilidades asociadas a cada uno, siendo la del
hombre la de reproducir el sistema y proveer sustento a su familia, mientras
que las mujeres deben encargarse de la reproducción biológica y de las
cuestiones del hogar.
Mas allá de estas consideraciones, se siguieron
empleando mujeres por ser mano de obra barata, para realizar operaciones
delicadas, principalmente realizando tareas en el rubro textil, donde en las
fabricas y sindicatos se enfrentaron a la oposición del hombre por la
competencia y en el rubro de los servicios.
Pero a pesar de que el proceso de
industrialización que siguió a la Revolución Industrial se presenta como el
momento en que las mujeres dejan sus hogares para trabajar, existen ciertos
elementos de continuidad entre este periodo y el anterior del mundo
preindustrial.
En este momento preindustrial, las mujeres ya
trabajaban fuera de sus hogares, vendiendo bienes en el mercado, trabajando de
niñeras o lavanderas, y muchas veces como empleadas domesticas. Estas mujeres
trabajadoras eran tanto solteras como casadas, trabajaban en domicilios pero no
en el propio, o se reunían en pequeños talleres donde hilaban, tarea que podían
realizar también en su hogar, por lo que las tareas que realizaban eran muy
diversas y dependían de la situación en el hogar.
Podemos concluir, entonces, que el cambio en la
concepción con respecto al trabajo femenino, no está relacionado con la
distancia entre el hogar y el lugar de trabajo, sino mas bien con las
características de estos nuevos espacios en las fabricas, que se creían nocivos
para las mujeres tanto por las condiciones, los horarios, por trabajar junto a
hombres o exponerse a situaciones que hagan peligrar su moral.
De todas maneras, el trabajo industrial no era lo
más común, las mujeres continuaron desempeñándose en tareas
"tradicionales" como la manufactura a pequeña escala, el comercio y
los servicios. El trabajo de aguja sigue siendo hacia fines del siglo XIX igual
de importante que en el siglo anterior, por el aumento de producción de
vestimenta. Esto no evito que las pagas sean bajísimas, tanto en este como en
cualquier otro rubro, lo que es más notorio si se lo compara con los salarios
de los hombres en actividades similares.
Hacia la última década del siglo XIX, se aprueba
la legislación protectora de la mujer, y se otorgan exenciones fiscales a la
producción domiciliaria, lo que hizo proliferar el trabajo en talleres
manufactureros, mal pago y en pésimas condiciones. Por lo tanto, en el rubro de
la vestimenta el trabajo femenino presenta más continuidades que rupturas.
Por otro lado, comienza a aumentar las
posibilidades laborales en empleos de "cuello blanco", en los
sectores de comercio y servicios; en oficinas, como dactilógrafas, como
archiveras, en el correo, como telefonistas, vendedoras, enfermeras y maestras.
En este contexto, la situación de la mujer como
trabajadora, la división del trabajo basada en el sexo, y la representación de
las mismas en sindicatos confluyen con la problematización de la situación de
la mujer trabajadora en sí. Economistas políticos comienzan en este momento a
teorizar sobre las diferencias salariales entre hombres y mujeres basado en que
el hombre es sostén de la familia, y la mujer solo aporta una pequeña ayuda
extra.
Estas "leyes" de la economía política
tenían un carácter circular, ya que se explicaban los bajos salarios por la
menor productividad de la mujer; y a la vez como producían menos, sus salarios
debían ser inferiores. Estas concepciones no implicaban que las mujeres no
saliesen a trabajar, pero si legitimaban las practicas dominantes basadas en
leyes de mercado y de la biología, y justificaba la división sexual funcional
del trabajo.
Las practicas selectivas de los empleadores ayudaron
por su parte a la creación de un categoría de trabajo femenino, tomando mujeres
para trabajos delicados y que requirieran paciencia; y a hombres cuando se
requiriendo fuerza, vigor y habilidad. Esta diferenciación agrega aun más
elementos a esta creencia de una división sexual del trabajo.
Muchas veces, cuando en algún rubro de la
producción se querían reducir los costos, se empleaba la mano de obra barata de
las mujeres, lo que generaba cruces y choques con los trabajadores masculinos
que las veían como una amenaza.
Por otro lado, los trabajos que se les ofrecían a
las mujeres de maestras, niñeras, dactilógrafas entre otros, respondían a la
creencia de que extrapolaban sus "capacidades innatas" o actividades
propias de mujeres, como el cuidado de niños, tocar el piano, coser, etc. a las
actividades económicas.
Con respecto a los sindicatos, la autora señala
que conjuntamente con las actividades políticas, presentan otro ejemplo de la
división sexual del trabajo. Los hombres trabajadores veían en las mujeres una
competencia, y aceptaban que estas percibieran un salario inferior por su
trabajo. De esta manera no les ofrecían protección para velar por los intereses
propios, hecho que tampoco detuvo a las mujeres a la hora de salir a trabajar.
Justificaban su rechazo de los sindicatos alegando que su condición de mujeres
las hacia malas trabajadoras y malas sindicalistas, y frenarían a los hombres
en su lucha contra el capitalismo.
La industria textil, con un gran número de
mujeres trabajadoras, tuvo sindicatos que aceptaban a las mujeres (en un papel
subordinado) e inclusive algunos formados por ellas.
Desde el Estado el discurso no se modificaba
demasiado, manteniendo la división sexual del trabajo como postura y
justificación de las desigualdades laborales. Como veía a las mujeres incapaces
de organizarse por sí mismas, los legisladores sostenían que necesitaban de una
fuerza que interviniese en su nombre. Las legislaciones propuestas no hacen más
que profundizar la mala situación.
Estos debates durante esta época ponen en
discusión a la mujer trabajadora como un problema, lo que genero gran cantidad
de documentación sobre las razones de estas mujeres para salir a trabajar;
mantenerse a sí mismas o a sus familias, por una tradición de oficios familiar,
o por las nuevas oportunidades disponibles. Con el tiempo, y a raíz de los
reclamos, se introduce la idea de que la mujer puede simplemente, tener ganas
de trabajar.
El debate giraba entonces en cuanto al trabajo
femenino en sí, y no en torno a las malas condiciones laborales de las mujeres;
con el fin de eliminarlas del mercado laboral.
En la Argentina de fines del siglo XIX y
principios del XX, la mujer comenzaba a ocupar también nuevos espacios
laborales, y uno de los más importantes fue el de la educación como maestras de
nivel inicial, formadas en una tradición normalista, positivista y liberal, con
métodos de enseñanza enciclopedista. Estas mujeres adquirían una posición
social de distinción al ocupar puestos en la enseñanza.
Esta tendencia se enmarca en un contexto en el
cual se conformaba el Estado moderno argentino, el cual debía lidiar con la
heterogeneidad de su población producto de las grandes cantidades de
inmigrantes. La educación fue uno de los elementos mediante los cuales se
promovió la construcción de ciudadanía, por lo que se hizo necesario contar con
un gran número de maestras para poder llevar a cabo tal tarea.
A partir del análisis de lo expuesto por Silvia
C. Yannoulas
2,
encontramos paralelos con lo antes expuesto, en cuanto a que el capitalismo
impone una diferenciación sexual en el ámbito laboral, una división sexual del
trabajo que sirve para indicar las tareas diferentes para hombres y mujeres.
Para la autora, la participación laboral de la
mujer fue permitida pero no promovida, en un intento de proteger la familia,
solo se les permite o tolera desempeñarse como maestras debido a su carácter
maternal.
Señala que se establecían ciclos, donde durante
las crisis se promovía el trabajo femenino, y cuando estas culminaba, o se
debían a la abundancia de mano de obra, la tendencia era la opuesta.
La preocupación por la educación elemental era un
tema central, por lo que surge la necesidad de crear un cuerpo docente acorde
dividido en dos niveles, el primario, obligatorio, laico y gratuito a cargo de
maestras, y un nivel medio reservado para los futuros hombres políticos a cargo
de profesores.
Desde el análisis propuesto por Graciela Morgade
3,
el interés se centra un poco más en las condiciones que hicieron de las mujeres
las indicadas para el trabajo de maestras. Esta concepción se debía a su
carácter maternal, por su naturaleza moralizadora, por ser mano de obra barata
y por sus presiones de ingresar al mundo público. Que trabajasen como maestras
estaba permitido por qué no atentaba contra su moralidad.
Para las mujeres, el acceso a la docencia era
visto como un medio de asenso social, y muchas mujeres hijas de trabajadores
tomaron este camino para modificar su situación.
Pero no todos los grupos estaban de acuerdo, y
muchos dudaban de la capacidad intelectual y entereza moral de estas mujeres,
que salían del refugio del hogar y se libraban a las influencias negativas.
En su análisis, la autora también afirma que
estas mujeres no eran en su totalidad sumisas, sino que hubo algunas que
quisieron imponer mejoras a la educación oficial, principalmente aquellas
maestras socialistas.
Conclusión
A lo largo de este análisis, podemos apreciar que
la situación de la mujer en este momento con respecto a su participación
laboral fue ampliamente problematizada. Esto se debe, en mi opinión, al avance
ineludible del capitalismo que hizo que la mujer sea vista como una
competencia, algo que antes no sucedía ya que la economía era de subsistencia,
donde hombres y mujeres se encontraban en igualdad de condición.
En este nuevo contexto, los trabajadores deben
competir por un salario contra otros trabajadores, lo que genera posturas, como
la presentada por Joan Scott de la división sexual del trabajo.
Si bien Europa occidental contaba con una
tradición de trabajo rural domiciliario, principalmente con mano de obra
femenina, esto no evito que al cambiar el modelo, la mujer y su participación
sean difícilmente aceptadas y muy problematizadas.
En el caso de la Argentina, principalmente en
cuanto a la educación, la competencia no eran tanta por que los hombres no
aspiraban a estos puestos y la competencia no era el factor problemático; sino
que este giraba en torno a la preservación de la moralidad y de la familia, de
que la mujer cumpliese el rol domestico que para ella estaba destinado.
Personalmente, creo que mas allá de las diversas
trabas con las que debieron enfrentarse las mujeres para lograr abrirse paso en
nuevos espacios de participación laboral, social y política; no fueron
obstáculo suficiente. Estas mujeres, sea por necesidad o por voluntad, no se
detuvieron por estas trabas, y de esta manera lograron conquistar estos nuevos
espacios.
Silvina Noemí López